Modelo de desarrollo y política estatal
El Estado colombiano en correspondencia con la lógica económica que determina la vida de la región, hacia mediados del siglo pasado, en el contexto de sus políticas de ordenamiento territorial constituye a esa extensa región en inmensa frontera de bosques, en territorio baldío y en espacio por colonizar. Es así como la Ley 2ª de 1959 al determinar que las tierras localizadas al occidente de la divisoria de aguas de la cordillera occidental se inscriben como área de reserva forestal, figura que en apariencia tiene como objetivo regular de modo especial el acceso al control y explotación de los recursos allí disponibles, pero que en la práctica debe entenderse como instrumento que facilita la expropiación de las comunidades indígenas y negras, al mismo tiempo que deja abierto el espacio para que la industria forestal desarrolle su empresa y en algunas zonas se establezca la agroindustria.
Es en el contexto de ese modelo de ordenamiento territorial agenciado por el Estado es como se llega a la situación en la que los bosques inundables del Pacífico, las áreas de bosques localizadas hacia las tierras bajas, se integren al mercado nacional por diferentes vías. Al norte, en el Golfo de Urabá, como al sur, en las tierras adyacentes al río Mira, la intensa deforestación propiciada por empresas o por el avance de la colonización campesina, llevará a que muy pronto se sustituyan los ecosistemas específicos de ese entorno ambiental y las poblaciones de indígenas y afrodescendientes sean desplazadas de sus territorios. Con ello florece la industria bananera del Urabá, el monocultivo de palma aceitera en Tumaco y extensas áreas se adaptan para la ganadería.
El inmenso baldío que desde el Estado se agencia se va llenando de aserríos, de pequeños campamentos que pronto se transforman en centros de comercio, en núcleos desde donde se ejerce control de la población reducida a la condición de corteros, en espacios que derivan su rentabilidad de la ilegalidad y en entables que se trasladan una vez la degradación de los bosques ya no los hace rentables. Es este el verdadero modelo de ordenamiento territorial de mediados del siglo pasado, momento en el que el recurso maderable se constituye en el eje alrededor del cual gravita el mercado de la región.
La segunda mitad del siglo XX es el momento de grandes transformaciones, la población que se había dispersado a lo largo de los ríos comienza a integrase en pequeños poblados, al paso que se intensifica la extracción de igual modo la población es expulsada hacia los centros urbanos de la región o del interior del país. Ciertas innovaciones tecnológicas se convierten en amenaza para la reproducción de la comunidad, el caso de la minería enseña como con la adopción de monitores, mini dragas y retroexcavadoras, pronto redes de parientes que tenían su sitio de trabajo en una mina quedan a la deriva y aparecen nuevos actores sociales que se disputan el control de esos lugares. Esas innovaciones que aparecen a partir de la década de los setenta, que se manifiestan en motores fuera de borda, motosierras, redes industriales para la pesca y otros, llevará a que se intensifiquen las prácticas extractivas y se instaure un modelo económico en el que el conjunto de la población de la región se constituye en fuerza de trabajo al servicio de una red de comercio que exporta esos productos y en el que definitivamente es la producción de materias primas el elemento que identifica la región.